jueves, 6 de marzo de 2008

Pepe Rivero deslumbra al aforo del Café Central

Envueltos por una densa nube de humo -procedente del considerable número de cigarrillos encendidos que relucían en la penumbra a cada calada ansiosa- la banda del pianista cubano Pepe Rivero & Friends subió al diminuto escenario del madrileño Café Central. Cada miembro del grupo se fundió con su instrumento para dar paso a la música que haría vibrar durante dos horas a un público variopinto, sentado alrededor de las pequeñas mesas negras y redondas que pueblan la sala del Central, ante copas de vino tinto y cervezas espumosas. El joven pianista de 36 años y cabeza del grupo de latinjazz dio comienzo al concierto con una balada jazzera de cosecha propia, como todas las demás, dotando de sonoridad a su creación musical, con acordes llenos de timbre, al ritmo de Moisés Porro, un baterista sensible, de percusión acariciante y compleja, y acompañado por el bajista argentino, Santi Greco, muy elegante y con una técnica apabullante. La primera parte del recital estuvo marcada principalmente por un jazz entre clásico y contemporáneo, en la que destacaba no sólo la destreza pianística de Pepe, sino también la del gran Bobby Martínez, un virtuoso del saxo, de origen cubano -aunque nacido en Miami-, que brillaba con sus improvisaciones impregnadas de tintes afrocubanos.

Aromas flamencos
Determinados temas rezumaban, a ratos, aromas flamencos arropados por notas caribeñas, una fusión musical variada, rica e interesante; y es que para Pepe Rivero “la música es una sola” y el flamenco, explicó en el intermedio, le “gusta mucho”, al igual que la música clásica, pues “desde muy pequeño” estudió piano clásico.
Toda su música es una gran fusión que engloba desde el clásico al jazz contemporáneo, latinjazz, son cubano, música popular y bossa. “La principal influencia procede de mi familia. Todos son músicos”, aunque, también se ha nutrido de personalidades musicales como Chucho Valdés, Fran Emilio, Beni Moret, Oscar Peterson, Harvey Hancock, Chic Corea, Keith Jarret y un largo etcétera.
Pepe Rivero es menudo, de piel café con leche. Lleva grandes gafas redondas y una amplia sonrisa dibujada en el rostro. Casi siempre sonríe con gesto casi infantil que irradia ternura y le confiere un aspecto inocente. Es considerado como uno de los mejores pianistas del actual panorama del jazz latino. Su trayectoria es impresionante: graduado en La Habana, trabajó desde muy joven con músicos como Isaac Delgado, a quien acompañó en giras por festivales de jazz en EE. UU., Canadá y Europa. Trabajó con Celia Cruz, con la que grabó en el 2000 un disco que ganó un grammy y ha colaborado también con Alain Pérez, Miguel Ríos, Paquito D’Rivera, entre muchos otros. En 2001 ganó el tercer premio SGAE de jazz latino y en 2004 ganó el Festival de jazz de la Habana. Impartió clases magistrales en diversas universidades estadounidenses y canadienses, aunque lleva 10 años viviendo en Madrid, 8 con su banda. “Soy español”, afirma.

"Una técnica muy depurada"
Para Alberto de la Fuente, pianista madrileño, Pepe Rivero “tiene una técnica muy depurada, una interpretación limpia, cristalina. Emplea sonoridades de acordes alterados con armonías inestables y recurre frecuentemente a la disonancia”. En cualquier caso, señala, “en los pasajes de escalas y arpegios se nota que ha estudiado piano clásico, especialmente por la acentuación y el fraseo”.
Durante todo el concierto, el control y claro liderazgo musical de Pepe Rivero ante la banda contrastó con su reducida estatura y su timidez, que se esfumaba en el momento en que deslizaba sus dedos sobre las teclas del piano de cola, cuando las notas parecían recorrerle de pies a cabeza, pues se agitaba sin cesar sobre la banqueta.
La carga más puramente cubana llegó en la segunda parte de la mano de tumbaos y síncopas, con fuertes dosis de ritmo, debido en parte, a la incorporación del percusionista afrocubano, Jesús Sarasola, que se abalanzó con fuerza y alma sobre las congas. El ambiente en el Central se iba caldeando, el público reía y bailaba en sus asientos, se mecía y estremecía de gozo irrefrenable. “¡Qué subidón!”, exclamó una joven morena con un ceñido vestido rojo pasión, “¡qué subidón! ¡Brutal, brutal!”.
Finalizado el recital todo el Central estalló en un sonoro y merecido aplauso, ganándose así el anhelado bis que consistió en una sorprendente mezcla entre diferentes piezas virtuosísticas de Chopin, entre ellas fragmentos del famoso estudio revolucionario al ritmo de son y jazz.



2 comentarios:

  1. La verdad es que Pepe Rivero es un CRACK!! que ilumina almas haciéndolas bailar con los sones que le salen de las manos y de todo el cuerpo. Me ha encantado la descripción del ambiente y no hay duda que los "aromas flamencos" son una señal. Un flipi de crónika!!un beso que como un danzón relaja y abrasa.

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  2. Hola Katia

    La verdad es que me has dejado impresionado con una crítica musical estupenda, florida, llena de matices y sugerencias. Si esto lo hubiera leído en un periódico no tendría nada más que decir. Me habría gustado y punto. Pero es un blog, una página de internet, y me he quedado con unas ganas tremendas de ver y escuchar algo de Pepe Rivero... que lo has tenido delante durante toooooda la actuación.

    Si le hubieras puesto un vídeo, aunque hubiera sido de un minutillo, tu estupendo texto se habría visto reforzado y apuntalado por la fuerza de la imagen y el sonido, que sin duda habrían subrayado tus palabras. Las fotos que has puesto tampoco son de lo mejor, la verdad... Están movidas y es una pena. Se que esto del blog no te gusta nada, y lo acepto. Pero reconoce que te podría haber quedado redondo del todo si le hubieras añadido lo que te digo. Por no hablar de otros elementos enriquecedores como, no se, por ejemplo un enlace a una página con letras, o canciones en MP3... o incluso a otras críticas.

    En fin, un buen trabajo periodístico pero solo regular para internet...

    JM

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