incendian el sueño
de vigilia agitada
Nubarrones grises descargan virulentas
confusión,
anegan su mente
aprietan las tuercas del dolor
En la oscuridad reprime el llanto
retuerce su cuerpo entre sábanas,
la angustia en estado puro
le oprime el pecho sangrante
Se desangran las lágrimas
en las cuencas escocidas de sus ojos
zozobra el barco del náufrago en una cama de dos
El número dos aferra sus brazos,
borra las huellas del llanto
del rostro surcado
Un abrazo, una caricia, un suspiro,
se disipa la tormenta,
aún queda dolor,
pero llega la calma
El número dos al número uno salva,
salvados en una cama de dos
de la marea de interrogantes que mece la resignación
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